Érase una vez en tu cerebro by Eduardo Vara Robles

Érase una vez en tu cerebro by Eduardo Vara Robles

autor:Eduardo Vara Robles [Vara Robles, Eduardo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Ciencias naturales
editor: ePubLibre
publicado: 2022-05-01T00:00:00+00:00


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Como el aire que respiras

Por qué unas historias se propagan mejor que otras

Igual que en lo corporal respiramos aire, que nos da el oxígeno que alarga nuestra vida y la contaminación que nos la acorta, en lo cognitivo respiramos gracias a las ideas que nos envuelven. Sean memes tan provechosos que nos permiten aprender un idioma para comunicarnos mejor o, a veces, tan corruptos que debilitan nuestros pensamientos con prejuicios integristas, clasistas, racistas, homófobos o sexistas de los que ni nos percatamos quizá, como pasa con esas partículas nocivas que no vemos en la atmósfera pero que llegan a nuestros pulmones y dañan nuestra salud.

Por suerte, en el caso de nuestro cerebro ese daño puede ser evitable y reversible casi siempre. Además de que cualquiera con un mínimo de olfato sabe taparse la nariz cuando percibe algún «tufillo» desagradable o simplemente sospechoso. Porque, como ya viste cuando te hablé de la confianza, todos vamos por la vida con un filtro llamado sesgo de confirmación, ese que abre nuestra mente a ideas acordes con las nuestras y la cierra a cualquiera que las contradiga. Lo cual significa que, en cuestión de memes y del espacio que ocupan en nuestra mente, podemos deducir una primera regla: «El primero que llega, se lo queda». O, por lo menos, tiene más probabilidad de quedárselo y de sentar un precedente que puede influir, y mucho, en la posibilidad de arraigo de cualquier otra información cultural que intente compartirlo. Así que, para explicarte mejor cómo son esas primeras interacciones del cerebro con esos memes tan privilegiados, recurriré, una vez más, a los bebés.

Incluso antes de nacer, los bebés ya están expuestos a un referente cultural importantísimo a la hora de determinar cómo se articularán los demás memes en sus pensamientos: su lengua materna. O, poniéndonos puntillosos, la prosodia y algunos sonidos del habla de su madre que llegan hasta su sistema auditivo a través de las vibraciones del líquido amniótico[122]. Una prosodia en la que ya están presentes algunos esquemas lingüísticos reconocibles para su pequeño cerebro rastreador y que, una vez nacidos, dirige su instinto comunicativo hacia esa lengua por encima de las demás, sin que haga falta que sea su madre quien la hable[123].

Es decir, que nuestras madres son nuestras anfitrionas en la memesfera y quienes nos ofrecen uno de los primeros memes que más influirán en cómo articularemos nuestros pensamientos: la lengua de nuestro entorno cultural. Como nos recuerda en El mundo de las palabras Steven Pinker, las palabras que usamos no pertenecen a un individuo, sino a una comunidad. De ella surgen entre otras propuestas para definir cuanto existe y, una vez aceptadas, se las dota de matices emocionales que definen también el tipo de relación que pretendemos tener con el receptor.

Así, una misma palabra puede tener significados distintos en distintas comunidades, incluso dentro de un mismo idioma. Por ejemplo, si una madre hispanohablante contara que su hijo está obsesionado con los «garabatos», un español pensaría que el niño se pasa el día



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